martes, 3 de febrero de 2015

056

Y ahí, de pie, sintió como cada una de sus ilusiones caían a pedazos una tras otra. Los últimos días, las charlas, sus palabras. Eran mentira, todo había sido una maldita mentira.
Lágrimas se agolpaban en sus ojos, amenazando con intensificar el dolor. Una vez más, cual niña pequeña había creído en él, había parecido tan sincero, había hecho tanto por ganarse su atención, su confianza, su amor, y todo para nada.
Lo que estaba frente a sus ojos destruía por completo lo que había logrado. Arrancándole de tajo cada maldito y posible "tal vez".
Porque la chica que ahora veía entre sus brazos, no era ella. No era ella a quién sonreía, no era ella a quién besaba. No era ella y ni siquiera había tenido la decencia de decírselo de frente, ni siquiera había sido capaz de inventar una estúpida excusa que lo hiciera quedar como algo menos que un patán.
Eso era, un patán inmaduro, un idiota incapaz de saber qué quiere. Y lo quería, lo peor de todo era todo ese amor que dentro de ella se escondía. Lo peor de todo era el detestarse por no haber salido corriendo a tiempo. Porque él quería que ella lo quisiera, pero él no sabía querer.

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