Y deberíamos, tal vez, pensar un poco
más cuando decimos que las cosas no pueden empeorar. TODO puede empeorar.
Después de haber estado envuelta en una, dos, relaciones que acabaran en un tremendo
fracaso pensaba que no había forma de sufrir más. Que había experimentado la
mayor cantidad de dolor que pudiese tolerar. No fue así. Ni por poco se acerca.
Porque existen relaciones así,
destructivas, insanas, complicadas, dañinas, que en el proceso te van
preparando para un final inevitable, te van llevando de a poco a ese momento en
que se dice BASTA. Que te llevas a ese preciso instante en que simplemente
decides dejar que pase, porque terminaste sintiendo nada.
Pero, ¿qué se hace cuando toca decir
adiós a alguien que vino a llenarte de vida? Nadie te prepara para ese tipo de
dolor, donde tienes que irte aunque no quieres. Sea la vida, o eso que llaman
destino, decidió acabar un poco más conmigo.
Primero, llevándose de este jodido
mundo a quien fuese mi mejor amigo. Después obligándome a renunciar a la única
persona con quien me hubiera permitido jugarme la vida, los sueños y hasta el
último respiro.
Es todo. Fue todo.